Los años pasan. Más o menos lentamente, en función de nuestra percepción del tiempo. Pero pasan. A veces, cuando hablamos de videojuegos, eso es sinónimo de nostalgia. Y, en la actualidad de la industria de los videojuegos, pasado y presente suelen unirse en base a esa nostalgia. De ese concepto han nacido algunos remakes y ciertos remasters de gran calidad. Muchos de ellos, de hecho, los hemos vivido en esta generación de PS4 y Xbox One.
Lamentablemente, a veces no es suficiente con apelar a esa nostalgia para conseguir un producto de gran calidad. Incluso aunque la base de la que dispongas sea un título con mucho encanto y magia. Eso es lo que ocurre justamente con Final Fantasy Crystal Chronicles Remastered Edition. A Square Enix se le ha olvidado que el tiempo pasa. Y que, cuando ese tiempo es un margen de prácticamente 20 años, no es suficiente con un puñado de nuevas texturas para triunfar. Por suerte para todos nosotros, este nuevo FF Crystal Chronicles también llega con algunos aciertos que, debido a la naturaleza del juego, aportan la posibilidad de disfrutar más de la experiencia con respecto a lo visto en el original de GameCube (2003 en Japón y 2004 en Europa).
Para empezar este análisis, es realmente conveniente comentar en qué consiste Final Fantasy Crystal Chronicles. Esa naturaleza de la que hablaba, y la cual hace que además de un spin off de FF, el juego también sea un título muy diferente a lo habitual en el género RPG. Básicamente, el título nos ofrece la posibilidad de crear un personaje (entre distintas razas disponibles), para adentrarnos en una serie de mazmorras en las que no dejamos de luchar contra enemigos de todo tipo, y en las que nos esperan grandes jefes finales. Estos últimos, la gran salsa del título. Todo esto, podemos hacerlo solos, o en compañía de hasta 3 compañeros de equipo.
En efecto, mucho antes de que aparecieran a la palestra juegos como Final Fantasy XI o Final Fantasy XIV, Crystal Chronicles ya probó suerte con un concepto muy enfocado al multijugador. Aunque, claro está, para aquel entonces (2003) no fue a través de juego online. Y lo que es peor: para disfrutar del multijugador del juego no bastaba con tener cuatro mandos de GameCube. De hecho, Square Enix y Nintendo nos obligaron a disponer de Game Boy Advance para poder jugar en modo local. Hacía falta cables especiales (venían con el juego), pero si no disponías de las portátiles, era imposible jugar acompañado. Cuando te juntabas, ni siquiera el primer jugador podía optar por usar el mando de GameCube.
Explicar eso al principio del artículo era estrictamente necesario. Sobre todo porque el gran encanto de este remaster es el hecho de que, por primera vez, se puede disfrutar de esa experiencia cooperativa a través de un multijugador online. Es, sin lugar a dudas, el principal motivo por el que se puede recomendar este juego. E incluso me atrevería a decir que el producto está destinado a los fans de aquel título que se quedaron con ganas de probar esta modalidad. Lamentablemente, el remaster no dispone de multijugador local, lo cual nos ha parecido un error de base bastante grande. Ni siquiera en Nintendo Switch, donde tendría todavía más sentido, es posible.
Pero vamos por partes. En primer lugar, hay que destacar que es un Final Fantasy muy diferente al resto de la saga (y al resto de spin off) en muchos sentidos. Para empezar, porque aquí el argumento es una mera excusa para poner encima de la mesa el desarrollo jugable de mazmorras que os hemos contado. La cuestión es que el mundo que nos rodea está en horas bajas. Todos sus habitantes son testigos de un fenómeno llamado Miasma según el cual una nube de gas tóxica amenaza toda la población. Esta nube cubre todo el mundo, y solo existen un puñado de poblados y asentamientos que, gracias a unos cristales protectores, pueden crear un aura capaz de proteger a los seres vivos de ese Miasma. Es ahí donde entran en juego los héroes que nosotros crearemos. Viajeros que transportan un cáliz en el que deberemos recoger mirra. Esta es una substancia que nace de ciertos árboles y la cual permite darle energía a esos cristales que protegen los pueblos.
Final Fantasy Crystal Chronicles transcurre en periodos de un año. Que es, justamente, el tiempo que un cristal puede aguantar hasta tener que “reponer sus fuerzas” a través de mirra. Lo bueno es que esta pequeña excusa argumental, sirve para introducir también algunos elementos chulos a nivel jugable. Por ejemplo, el uso del cáliz, que deberá ser llevado por un personaje en nuestras aventuras a través de las diferentes mazmorras. Y ofrece mucha estrategia, ya que el caliz también genera un aura que representa el espacio en el que nos podemos mover sin ser dañados por el Miasma. Pero el personaje que lleva el cáliz, no puede atacar al mismo tiempo porque lleva las manos ocupadas. Jugando en solitario aparece un Moguri al que le podemos pedir que lleve o suelte el cáliz por nosotros. Pero cuando jugamos en compañía es esencial cooperar con este elemento también.
No obstante, ese mismo planteamiento llega con algunos fallos en este remaster que demuestran que Square Enix no ha presentado una revisión muy pulida. Como os hemos dicho, cuando jugamos solos aparece el Moguri. No obstante, si juegas online al remaster y no dispones de amigos que tengan el juego, hasta que alguien se conecte en tu partida, jugarás la mazmorra solo. En condiciones normales, no sería un problema; lamentablemente, en esos casos no habrá Moguri que te acompañe, haciendo que sea el jugador (totalmente solo), el que lleve el cáliz. Situación que jamás se podía dar en el original de GameCube y que aquí resulta un lastre. Es otra forma de capar el online, igual que la decisión que ya conocéis de limitar el multijugador por regiones.
Además, el funcionamiento del online llega con un algunos problemas mucho más graves. Funciona bastante bien en cuanto a estabilidad y, por lo general, no hay muchas bajadas de frame rate mientras juegas con amigos (sí a veces cuando entra alguien en medio de una mazmorra). Sin embargo, viene con un detalle que puede pasar desapercibido en la primera hora de juego, pero que enfadará a absolutamente todos los jugadores al cabo de un rato. Y es que, cuando juguemos online, el progreso de los niveles solo contabilizará para el jugador que esté actuando como anfitrión. Y si queréis disfrutar con amigos de la experiencia, de principio a fin, esto supone un problema de grandes dimensiones. En otras palabras, para que se vayan desbloqueando más niveles, tendréis que pasaros cada mazmorra tantas veces como jugadores queréis progresar juntos. Si solo sois dos (como hemos podido probar nosotros), ya se hace repetitivo, pero imaginad con cuatro.
De alguna forma, acabamos teniendo la sensación de que los problemas principales del remaster se encuentran en el gran aliciente del mismo. Y no acompaña el hecho de que no podemos jugar en modo local. Bien podríamos decir que, por algún tipo de razón desconocida, el multijugador de Final Fantasy Crystal Chronicles está maldito. O simplemente, Square Enix no ha tomado la decisión correcta, aún sabiendo que el multijugador es el eje central de esta aventura. A nivel positivo, podemos decir que la diversión jugando con un amigo (y más con comunicación oral vía chat) es extraordinaria. El sistema de comunicación interno del juego es demasiado sencillo y lioso, pero hablando se consigue con mucha facilidad una cooperación efectiva. Por ejemplo, para repartirse las magias o para realizar con éxito grandes ataques combinados y magias más poderosas.
En cuanto a la jugabilidad, este remaster vuelve a quedarse a medio camino. Por un lado, podemos decir que el sistema de juego de Crystal Chronicles sigue teniendo un gran encanto. Es un juego que tiene un “no sé qué” que lo hace mágico. Es divertido, ofrece mazmorras muy diferentes entre sí, enemigos finales de gran tamaño y muy reconocibles por los fans de Final Fantasy, e incluso pequeños elementos de RPG que gustarán a los amantes del género. Pero, al mismo tiempo, no podemos evitar sentir que el título se ha quedado desfasado en muchos aspectos. Hay mazmorras muy originales, y lo siguen siendo hoy en día, pero algunos diseños de niveles (o ciertas partes de cada nivel) son muy justos y no han envejecido bien. E incluso podríamos decir que el sistema de combate es demasiado simple.
A esto, hay que sumarle un sistema de menús muy engorroso que no ha sabido adaptarse a los tiempos actuales y que, en cierto modo, incluso ha empeorado al volverse menos intuitivo. Son detalles menores, pero que sea un remaster y no un remake, no quiere decir que no podamos esperar algunas mejoras en ese sentido. Todos esos problemas aparte, el resto del apartado jugable sí raya a un buen nivel gracias a que el juego sabe divertir a base de combates satisfactorios, música muy carismática y una variedad más que interesante de escenarios y enemigos.
Además, tanto si jugamos solos como en compañía, el juego nos permite crear a múltiples personajes para ir cambiando y probando todas las razas. En total son cuatro razas las que se encuentran disponibles. Y, al principio del juego, cuando creamos a nuestro personaje, es posible modificar elementos como el aspecto físico o la voz del personaje. Desde los Clavate, que son muy equilibrados, hasta los Liltys, con gran fuerza bruta, pasando por los Selkie, más rápidos, o los Yuko, que son grandes hechizeros. Los personajes no suben de nivel, pero a medida que vamos completando mazmorras pueden subir algunos de sus parámetros a través de la elección de un artefacto (podemos conseguir varios en los niveles, para elegir uno al final del mismo).
El sistema de combate, como decíamos, es simple. Pero también bastante adictivo. Funciona como un Action RPG que, en muchas ocasiones, bien podría pasar por un Dungeon Crawler. Pero con ciertas particularidades estratégicas. Al tema del cáliz y la zona protectora que ya hemos comentado, hay que sumar aspectos como que empezamos cada nivel sin magia (hay que encontrarlas explorando las mazmorras), o los diferentes ataques que podemos realizar. Jugando solo (el Moguri sí aparece si desactivamos el online) es posible combinar magias para crear otras más devastadoras, como por ejemplo Gravedad a través de las simples magias elementales. E incluso el Moguri nos ayuda a realizar ataques más devastadores. Y jugando en compañía, es clave lanzar los ataques en al mismo tiempo y espacio para crear esas magias más poderosas o ataques combinados.
Todo esto funciona mediante un sistema que es muy directo (a lo hack and slash) cuando realizamos ataques normales o pequeños combos de tres golpes, pero que se torna más pausado cuando realizamos magias o ataques cargados. En ese caso, el personaje queda quieto y expuesto al enemigo para cargar el ataque y luego aparece un círculo que debemos mover para apuntar al enemigo. Es de esas particularidades que gustarán a unos y que enfadarán a otros. Uno de esos elementos con encanto que, sin embargo, también pueden hacernos sentir que el juego podría haberse renovado un poco. Por ejemplo, creando un movimiento de dash para esquivar o apostando por una acción más directa que hiciera de los combates algo más dinámico.
Por otra parte, no todo el tiempo nos lo pasamos en las mazmorras. También hay momentos en los que disfrutamos de ciertos minijuegos (en casa de Moguris), nos equipamos en los pueblos, o somos testigos de pequeñas escenas que amplían el lore de este mundo. Estos últimos momentos suceden mientras nos movemos por el mapamundi con nuestra carroza. Pero, de nuevo, es uno de los aspectos que han envejecido muy mal. Ninguna de esas escenas aporta realmente nada. De hecho, algunas son muy cortas. Y, en cambio, rompen el ritmo de juego obligando al jugador a soportar otro de esos tiempos de carga interminables. Porque sí, los tiempos de carga de este remaster son tan grandes como los vistos en GameCube (o puede que hasta mayores). Y otro motivo más para darle un tirón de orejas a Square Enix.
Volviendo a ciertos aspectos positivos del juego, el mapamundi aporta algunos toques estratégicos al juego que son bastante chulos. Y es que, para avanzar por el mapa y descubrir nuevos niveles, a veces hace falta cambiar de península. Y para hacerlo, en muchas ocasiones es necesario cambiar el elemento de nuestro cáliz. Eso se consigue depositando el cáliz en ciertas fuentes que se encuentran en las mazmorras. Y si en un momento dado lo tenemos de fuego y nos piden agua para pasar, habrá que ir a un nivel donde podamos hacer el cambio. Generalmente no es obligatorio repetir niveles en Crystal Chronicles, pero cuando avanzas en el juego aparecen más incentivos para hacerlo. Por ejemplo, añadiendo dificultad a una mazmorra para una segunda vuelta.
Las mazmorras, por su parte, ofrecen momentos en los que la exploración resulta muy satisfactoria. Como decíamos, siempre en base a un diseño de niveles que huele a retro (y no siempre para bien), pero que en ciertos momentos produce una sensación de exploración muy lograda. La gracia, es que cada nueva fase contiene elementos de exploración completamente nuevos con respecto a la anterior. Sin entrar en “spoilers”, ya en las primeras fases tenemos niveles donde las setas nos pueden revelar secretos (o devolvernos al principio del nivel), fases en las que hay que empujar un vagón de forma inteligente para abrirnos paso, o una cueva en la que no es sencillo desbloquear todas las puertas cerradas, con premios de todo tipo.
Gráficamente, este remaster también se encuentra a medio camino. No ya por el tema de los tiempos de carga, que es flagrante. Sobre todo porque se limita a una mejora de texturas y resolución que, en cierto modo, acaba dando la sensación de que más que un remaster es un título emulado con algunos filtros. Lo bueno en ese sentido es que sigue resultando un juego muy bonito a nivel artístico, con personajes entrañables y un mundo muy variado y mágico. En definitiva, el acabado general es un poco mejor que jugando en GameCube, pero menos trabajado que, por ejemplo, el de Final Fantasy VIII Remastered.
Otra historia es el tratamiento sonoro del remaster. Sin duda alguna, el aspecto que más se nota si recuerdas bien el original. Siguen presentes las melodías fantásticas del título de 2003. Pero además, se han añadido algunas melodías completamente nuevas. Y estas nuevas pistas han sido compuestas por Kumi Tanioka, que ya fue la compositora principal del original. Además, los temas principales (Sound of the Wind y Starry Moonlit Night) cantados son todavía más espectaculares. Asimismo, el remaster ofrece diálogos doblados en inglés. No destacan, pero es un detalle que se agradece y que, cuanto menos, no sobra.
Finalmente, el remaster se completa con pequeños añadidos que hacen de la experiencia algo más sencillo y accesible con respecto al original. Pero ninguno de estos cambios es realmente significativo ni importante. En cuanto a la duración, sí se ha visto ampliada con respecto al original. En primer lugar, porque ahora tiene más sentido rejugar los niveles en compañía de amigos. En segundo lugar, porque cuando terminas el contenido base, aparecen nuevas mazmorras y enemigos que no estaban presentes en el original.
En definitiva, Final Fantasy Crystal Chronicles es un juego que sigue siendo muy especial y mágico a día de hoy. Y no ha perdido la gran mayoría de sus virtudes con el paso del tiempo. Sin embargo, Final Fantasy Crystal Chronicles Remastered Edition es el ejemplo perfecto del tipo de remaster que no se merecen los jugadores. Un producto poco cuidado en elementos básicos en este tipo de producciones. Más aún teniendo en cuenta que aspectos como el online son imprescindibles en este juego, por su naturaleza. Y mucho más todavía teniendo en cuenta que se ha eliminado el cooperativo local.
Concluyendo, es un juego con un sistema de combate simple pero adictivo, con una historia plana pero simpática, y con un diseño de niveles algo arcaico pero que a veces sorprende. Jugando solo pierde muchos enteros, pero como experiencia cooperativa no os defraudará. Incluso os regalará momentos de “cacería” épicos. Lástima que la mazmorra solo cuente como superada para el anfitrión de la partida…
Final Fantasy Crystal Chronicles no fue nunca el mejor Final Fantasy. Ni siquiera podemos decir que fuera el mejor spin off de la saga. Sin embargo, fue y sigue siendo un juego muy especial y mágico. Y ofrece una experiencia cooperativa más que notable. En su día, la limitación de tener que usar varias GBA para el multijugador fue un impedimento para muchos. El problema actual, es que el online de este remaster no lo acaba de solucionar, poniendo trabas a través de un sistema de progresión absurdo. A pesar de todo, sigue siendo un título muy divertido y adictivo. Como remaster, podría estar más cuidado.
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